La mayoría de los planes de estudio universitarios son aún fuertemente lineales, estructurados, con saberes clasificados y normalmente desconectados de la realidad de los estudiantes. Este panorama se acompaña con el predominio de las clases magistrales en las que se privilegian contenidos teóricos y el rol de un profesor que debe saberlo todo y que es el centro de atención.  En el papel, los laboratorios están llamados a equilibrar esta tendencia, aunque la gran mayoría están diseñados para “dar el resultado esperado”, para que los datos se ajusten a modelos pre-establecidos y en general no son lugares privilegiados para la pregunta y el error. Con este panorama, podemos imaginarnos que los procesos de evaluación no están muy distantes de un manual de preguntas que comprueban qué tanta información memorizó el estudiante y están cada vez más lejos de comprobar el proceso formativo y la manera en la que se transforma el alumno en su paso por la universidad.

En las últimas décadas, las instituciones universitarias se vienen interesando cada vez más por las metodologías activas de enseñanza/aprendizaje, caracterizadas por otorgar el protagonismo al estudiante y en promover una formación integral y el desarrollo de capacidades técnicas y transversales. Es cada vez más clara la necesidad de generar espacios que oxigenen la formación de los ingenieros, capacitándolos para la formulación y el desarrollo de proyectos novedosos que involucren diversas tecnologías y que puedan tener impacto importante en la solución de los problemas que vivimos en la escala local y global y en la generación de empleo.

La participación en concursos de ingeniería es una estrategia relevante para el desarrollo de capacidades técnicas y transversales en los estudiantes, pues posibilitan el desarrollo de un proyecto completo de ingeniería, la utilización de las herramientas desarrolladas en las clases teóricas, acercan los estudiantes a la resolución de problemas complejos, la definición de estrategias, el desarrollo de trabajo autónomo, el aumento de la capacidad de trabajo en grupo y la articulación fluida con procesos de investigación y de generación de soluciones novedosas. Adicionalmente, y el punto que marca un valor agregado respecto a otras metodologías activas, es que hay una fuerte vinculación emocional de los participantes, las ganas de ganar son una motivación muy fuerte y el  estudiante se compromete de forma significativa con su aprendizaje.

En este artículo se presenta la experiencia vivida por el grupo Hydrómetra de la Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín y su participación en el Concurso Internacional Hydrocontest. Hydrómetra ha participado durante cinco años consecutivos en esta competencia, lo que permite tener elementos de evaluación de la experiencia y presentar elementos base para la consolidación de la estrategia de concursos al interior de la Facultad de Minas.